«QUIERO SER MAESTRA».

*Ilustración de Patricia Navarro Valcárcel
Aplausos, vítores y felicitaciones de compañeros y alumnos desencadenan un torrente de sentimientos que recorren el cuerpo de Elías. La nostalgia y la tristeza de terminar una etapa muy importante, de tener que decir adiós a una de tus grandes pasiones y de despedirte de la vida en la escuela chocan directamente con ese sentimiento de paz y tranquilidad del que sabe que lo ha dado todo, del que no se ha guardado nada, además del orgullo de sentirse afortunado por haber sido capaz de vivir esta exigente profesión con pasión e ilusión hasta el último de sus días y la inmensa satisfacción y agradecimiento que supone recoger el cariño y reconocimiento de tus compañeros y alumnos.
A ese cóctel de emociones le sucede una sensación especialmente agradable que se deja mostrar físicamente a través de esa pequeña lágrima que recorre muy lentamente su mejilla y se detiene en la comisura de sus labios para activar una tímida sonrisa, pero un fuerte ruido le asusta y le hace sentirse desorientado, al tiempo que escucha una voz que le resulta muy familiar:
—¡Elías! ¡Ya te has vuelto a quedar dormido! ¡Seguro que te acostaste tarde! Ya sabes que si no escuchas mis explicaciones no vas a aprobar. Así que presta atención o tendré que hablar con tus padres —le dice, Lola, en un tono firme mientras recoge el borrador de la pizarra que se le acababa de caer.
—Claro profe, no volverá a pasar —le contesta, cariñosamente, una vez que se da cuenta de que ha vuelto a soñar con su acto de jubilación y que su nieta está jugando, como de costumbre, a ser maestra.
Con la mirada perdida en Lola, escuchando las explicaciones que, con mucho cuidado, está dando a todos sus muñecos y después de tener ese sueño, le llevan, inevitablemente, a sentirse muy orgulloso imaginándose la posibilidad de que Lola elija ser maestra en un futuro.
—Lola, ¿te gustaría ser maestra?
—¡Claro, abuelito! Como tú y como mamá —contesta inmediatamente sin dejar de escribir en la pizarra.
—Pero no lo haces por mamá y por mí, ¿verdad? ¿Por qué te gustaría ser maestra?
—¡Ay! ¡Qué preguntón estás hoy, Elías! Así no puedo explicar la lección —le responde, dejando la tiza en la mesa y acercándose a su abuelito algo frustrada porque parece no poder continuar con el juego.
—Perdona, Lola, no quería interrumpirte de nuevo. Creo que no estoy siendo un buen alumno hoy, ¿verdad? —le dice tratando de justificarse y no perder la magia del juego.
—No pasa nada abuelito. Ya me he cansado de jugar —responde, mientras se sienta a su lado—. Pues no sé. Creo que es sencillo. Me gusta enseñar. Supongo que a todos los maestros os gusta enseñar, ¿no?
—Pues creo que estás en lo cierto, pero me dejas más tranquilo al no contestarme que lo haces por las vacaciones que tenemos —contesta al tiempo que hace una sonora carcajada.
—¡Madremía! ¡Qué mal lleva eso mamá! Sobre todo cuando se encuentra en el ascensor con la vecina del cuarto y le dice: «¡los maestros tenéis muchas vacaciones!» —añade, Lola, sumándose a las risas iniciales de su abuelo.
—Sí, sí, cariño. A ella no le hace tanta gracia, ¿verdad?
—Pero, ¿por qué? —le plantea, Lola, con mucha curiosidad y más seria.
—Pues porque ser un buen maestro implica ser muchas más cosas que enseñar y, desgraciadamente, la gente que no lo vive desde dentro, como es normal, no aprecia ni valora estas otras cosas que se hacen y que verdaderamente le dan el gran valor que tiene esta profesión.
—Lo siento, abuelito, pero creo que me he perdido. ¿Estás diciendo que todos los maestros hacen otras cosas aparte de enseñar? —pregunta algo confusa.
—Lamentablemente, no. Como en todas las profesiones hay personas que se limitan a hacer su función principal y hay otras personas que van más allá, ofreciendo otras cosas que requieren de mayor tiempo y esfuerzo pero que, evidentemente, tienen un mayor beneficio para los demás. En este caso, para los niños —le contesta con la duda de que en esta ocasión lo haya podido entender.
—Entonces, cuando mamá está corrigiendo y preparando actividades toda la tarde, ¿está haciendo algo más que enseñar?
—En cierto modo, sí.
—Y cuando llamaba a sus alumnos y a sus familias durante el confinamiento para ver cómo estaban, ¿es algo más que enseñar?
—Pues creo que sí, Lola. Como ya sabes, hay niños que tienen más dificultades para aprender y, en ocasiones, sus familias no tienen la capacidad, ni los recursos para poder ayudarles.
—¡Es verdad! ¿Y también cuando se lleva galletas y batidos a clase por si a alguno se le olvida el almuerzo?
—También cariño, también. Mira, Lola, a mi entender ser maestro es una profesión muy, muy bonita porque tienes la oportunidad de ayudar a los demás, de ofrecerle herramientas y recursos que les permitan luchar por sus sueños. Es realmente maravilloso sentir que tienes la posibilidad de cambiar las cosas, por muy pequeña que parezca tu aula o tu grupo. No te imaginas lo bonito que es ver a un niño que aprende a leer, a escribir, a sumar, a saltar, a bailar, a ganar, a perder, a perdonar, a respetar, a convivir y a un montón de cosas más, especialmente cuando tiene más dificultades que el resto y llevas tiempo buscando la fórmula mágica que le ayude a superarlo. Sentir que tienes la oportunidad de influir positivamente en la vida de una persona es algo mágico y un auténtico regalo tanto para ella como para ti, pero solamente será así si sientes que puedes y estás dispuesta a ofrecer algo más que enseñar, a pesar de que una parte de la sociedad no lo valore o no sea capaz de apreciarlo, ¿me comprendes?
—Puff, abuelito. No pensaba que se podían enseñar tantas cosas. Entonces, yo creo que mamá es una muy, muy buena maestra, ¿verdad? —afirma una vez que parece haberlo entendido todo.
—Claro que lo es, pero porque ama lo que hace.
—Ahora entiendo por qué está tan preocupada todo este verano. Con la que se avecina, además de lo que hacía tendrá que ser enfermera, doctora, vigilante… ¡Puff! Pues no sé yo. Abuelito, ¿tú crees que puedo llegar a ser una maestra tan buena como mamá y como tú? —le pregunta, mirándolo fijamente a los ojos al tiempo que se levanta de la silla.
—Pues serás ni mejor ni peor. Sencillamente serás la «seño» Lola. ¿Y sabes un secreto? —le plantea en voz más bajita aproximándose al oído, mientras coge su mano—. Que tus alumnos van a tener mucha, mucha, mucha suerte.
—¿Y sabes tú otra cosa, abuelito? —replica, Lola, imitando el mismo procedimiento que su abuelo, al tiempo que esboza una gran sonrisa—. ¡Que yo tengo mucha suerte de tenerte a ti!
Lola y Elías se funden en un fuerte abrazo hasta que Lola se desplaza hacia la pizarra, coge la tiza y dice:
—¡Vamos, chicos! ¡El recreo ya ha terminado! ¡Comenzamos la clase de matemáticas!
«Con especial cariño para los maestricos y maestricas...»

Precioso cuento. Ojalá todos comprendieran la importancia y la valía de esta profesión. Para mí, la mejor profesión del mundo.
Muchísimas gracias Dori. Eres de esas profes que hacen grande esta profesión… Buen día!
Me parece súper tierno, y además necesario en estos momentos tan difíciles. Necesitamos escuchar lo bonito que es nuestra profesión.
Necesitamos de gente que crea en nuestra labor, funcionaría mejor la sociedad…
Gracias Elías y Lola
Muchas gracias Rosario. Tienes toda la razón. Vamos juntos a hacerlos creer, ¿verdad? Gracias por vivir así esta profesión. Feliz día!
Tierno y entrañable.
Qué suerte tienen ahora los alumnos/as de tener maestros como tú. Ahora veo a mis nietas ir al colegio contentas y deseosas de aprender. Tan distinto a mis tiempos que todo se enseñaba a base de palmeta en mano (la letra con sangre entra). Quiero darte las gracias por ese paso adelante que ahora dais los maestros con tanta ilusión y ganas por mejorar el Sistema Educativo. Saber transmitir valores tan importantes en los niños a través de tus cuentos y sentirte recompensado con ellos por medio de sus actos. Cuando te demuestran la grandeza de una profesión tan bonita y a la vez tan dura, te sientes feliz ¿verdad?
Hay que ver qué bonito escribes. Qué placer leerte. La verdad que me siento muy afortunado de poder dedicarme a esta profesión, pero creo que solamente la percibes como un regalo, al igual que ocurre con cualquier cosa en la vida, cuando te apasiona lo que haces… No te imaginas cuánto agradezco tus palabras y la sensibilidad y cariño con la que te expresas… Gracias, de corazón…
Que bonito y que real
Plasma mediante tu escritura la pasión por este trabajo
Muchas gracias por transmitir a todo el mundo la verdadera profesión de un maestro
Un saludo
Raquel
Muchas, muchas gracias a ti, Raquel!