
A priori, los profes de Educación Física parece que tenemos la suerte de que nuestras clases, al menos en la etapa de Primaria, parecen resultar motivantes para la mayoría del alumnado. Por ello, puede resultar bastante sencillo identificar, en el momento en el que todos se disponen en círculo para dar comienzo la clase, si alguien no está demasiado motivado o, sencillamente, no se encuentra bien; especialmente, aquellos que suelen mostrarse muy bien de forma habitual.
Uno de esos días cualquiera de clase observo a una de mis alumnas bastante triste y aparentemente preocupada. Me acerco para preguntarle en privado, a lo que me responde bastante decepcionada:
—La profe nos ha mandado deberes para esta tarde.
El primer pensamiento que llega a mi cabeza es esa tendencia reciente que existe a criticar o cuestionar la validez o eficacia de los deberes en la escuela, pero tratando de no ponerme a la defensiva, decido pensar que no tiene por qué ser eso y ante mi cara de no entender bien de dónde viene el problema, la niña añade:
—Si es que tengo que ir a música y después a inglés. ¡No me va a dar tiempo seguro! ¡Además, estoy muy cansada!
No sé muy bien por qué, pero en ese momento surge una curiosidad importante en mí que necesito resolver, a lo que interrumpo la actividad que acababan de comenzar el resto de alumnos para preguntarles:
—¿Cuántas actividades extraescolares realizáis a la semana?
Al tiempo que escucho las respuestas, me resulta inevitable recordar esas situaciones frustrantes en las que se me ha ocurrido, en alguna ocasión, intentar que queden por la tarde para realizar algún trabajo o tarea colaborativa por grupos.
Después de las diferentes contestaciones y charlar durante unos minutos, mi sorpresa es que un alto porcentaje de la clase realiza más de tres actividades semanales, y en algunos casos hasta seis. Aunque todavía me sorprende más que un número bastante significativo no las realizan motivados y afirman no poder dejarlas por sus padres.
Es cierto que no debemos perder de vista en este tema la conciliación familiar. Soy especialmente consciente de lo complejo de la situación. Algunas familias, en las que ambos trabajan, tienen que hacer encaje de bolillos para que sus hijos estén bien atendidos sin que les toque a los abuelos o sacrificar alguna vida laboral.
Pero también observo, al tiempo, otro tipo de situaciones fruto del modelo de sociedad en la que vivimos y; por tanto, me cuestiono: «¿es normal que niños de entre cinco y doce años tengan agendas tan apretadas como las de un adulto? ¿Nuestro interés por darles lo mejor, que estén muy preparados para un futuro y aprendan lo máximo nos está llevando a la sobreestimulación y a generar, casi inconscientemente, jornadas maratonianas? ¿Las familias somos conscientes de que mientras hay niños que aprovechan el tiempo y terminan las tareas en clase, hay otros que se tienen que llevar la tarea porque no trabajan salvo si tienen una persona encima constantemente?
Más allá de cuestionar la eficacia de los deberes, ¿es entonces un problema de éstos o del tiempo del que disponen realmente nuestros hijos y alumnos durante las tardes? ¿Resulta lógico el estrés que se genera en muchas familias fruto de cuadrar horarios y compatibilizar todo con las interminables actividades extraescolares o con los eventos y cumpleaños que, por supuesto, no se pueden perder?
Lógico o ilógico, normal o anormal, es la realidad que nos toca vivir, rodeada de circunstancias totalmente diferentes a cualquier momento pasado, pero a la vez me es ineludible recordar aquellas tardes de mi infancia con deberes, una actividad extraescolar, como mucho, y la calle; mucha calle…
Pero ni pretendo volver a esa época, ni reclamar que el niño tenga que jugar más o tenga que hacer más o menos deberes; tan sólo pretendo una cosa: invitarte, como siempre, a reflexionar y a partir de ahí seas capaz de sacar tus propias conclusiones; muy probablemente diferentes a las mías, o quizás, no tanto… porque al igual que sucede con las vidas de los adultos todo es cuestión de nuestras prioridades y de cómo manejamos el tiempo, inventando excusas y quejas para aquello que está en el final de la lista y haciendo lo imposible por hacer y normalizar todo lo que está en el primer lugar de la misma.
Firmado: un profe decidiendo si manda deberes o no… (:
Gracias por leer y compartir. Si te apetece dar tu opinión, ¡adelante!
