PAPÁ, ¿POR QUÉ SE QUITAN LA MEDALLA?

Hace unos días, tumbado en el sofá junto a mi hijo e hija de 6 y 4 años compartiendo uno de esos momentos en los que parecen estar cansados y relajados y con la mirada puesta en la televisión  en «ninguna parte», aparecen las imágenes de la entrega de premios de la final de la copa de Europa del pasado domingo ante las cuales mi hijo me pregunta:

—Papá, ¿por qué los jugadores de Inglaterra se quitan la medalla?

Sorprendido, al principio, con la pregunta, pero entendiéndola enseguida porque, realmente, es algo anormal, especialmente, para los ojos de un niño, trato de contestarle de la forma más  sencilla posible, explicándole que es su forma de demostrar que ellos no están contentos siendo segundos y que están dolidos por no haber ganado la final y ser los campeones.

Aunque parecen quedarse conformes con la explicación, mi hija, como consecuencia de las muchas veces que los adultos les decimos a los niños que cada vez que reciben algo deben dar las gracias, no puede evitar decirme:

—Pues qué desagradecidos, papá.

Orgulloso, asiento y sonrío mirándola a los ojos y, mientras permanecen unos minutos en silencio, la pregunta de mi hijo comienza a convertirse en otras preguntas y reflexiones relacionadas con mi papel y responsabilidad como padre y como maestro de Educación Física en Primaria:

¿Por qué grabamos en la mente de nuestros hijos/as y alumnos/as y les hacemos repetir hasta la saciedad el famoso lema de «lo importante es participar» si los adultos solo celebramos y valoramos al equipo que queda primero?

¿Cómo van a aceptar los niños/as en la escuela los resultados de un juego si los adultos, con nuestras actitudes como aficionados/as y, especialmente, los profesionales del deporte que tienen un enorme impacto sobre ellos, no son capaces de hacerlo, mostrándose respetuosos con los rivales, agradeciendo su premio y felicitando al rival?

¿Mientras sigan siendo noticia aquellas aficiones, jugadores o entrenadores que lo hacen correctamente y son un ejemplo nos quedará mucho camino por recorrer?

¿Cuánto darían los jugadores españoles, daneses o de cualquier otra selección por tener esa medalla de subcampeón en su cuello? O tal vez, y pensándolo más detenidamente, ¿no darían nada? Quizá prefieren ser cualquier puesto menos subcampeón. ¿Cualquier cosa menos llegar a una final y perderla? ¿Puede ser? ¿Hasta dónde hemos llegado?

Resulta evidente que no se trata de ser hipócritas y de vender algo que no es real a nuestros pequeños. Ganar, ser los primeros es genial, nos gusta a todos y, como es normal, siempre tendrá una mayor repercusión e importancia, pero es nuestra obligación y responsabilidad, desde cada sector de la sociedad, enseñarles a interpretar de un modo diferente y más constructivo el «perder» porque ¿no ganar una final debería interpretarse, realmente, como un fracaso? ¿Un penalti fallado o un mínimo detalle puede hacerme sentir que no valgo o soy lo suficientemente bueno?

El deporte y la vida, en general, están determinados, en muchas ocasiones, por pequeños detalles que no pueden hacernos perder de vista el camino, el trabajo y el esfuerzo para llegar allí.

Ojalá y pronto pueda compartir con mis hijos una final en la que los segundos no se quiten sus medallas, orgullosos de haber llegado hasta allí, valorados por sus aficionados y decepcionados, como es normal, por no haber sido campeones, pero aceptando el resultado y felicitando al equipo contrario como respeto al deporte que practican, recordando que son un ejemplo para las futuras generaciones y, por qué no, una final donde campeones y subcampeones celebren lo conseguido como homenaje al deporte que practican y al esfuerzo que supone llegar hasta allí.

Puede que me haya pasado un poco con esto último y reconozco que suena bastante utópico, pero hasta entonces nos conformaremos con ver la película española de CAMPEONES.

Muchas gracias por leer y compartir.

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