
Todavía recuerdo esa sensación de «libertad» que me ofrecía subir en mi bicicleta cuando era un niño, especialmente, en aquel mágico e inolvidable momento en el que llegábamos a mi pueblo. En ese instante mi primo y yo cogíamos nuestras bicicletas desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a la cama porque no nos quedaba otra que obedecer, después de un día agotador y de que nuestras madres hubiesen salido a buscarnos, como es normal, preocupadas porque para nosotros, en aquella época, el día no acababa cuando se hacía de noche.
¡Qué tiempos! Daba igual que la bici fuese más nueva o menos, que fuese de una marca u otra, que fuese prestada o te la pasara un hermano o primo, que tuviese estos componentes o aquellos, lo que importaba es que te permitiera desplazarte allá donde quisieras siendo un niño; es decir, te permitiera vivir una aventura constante y, aunque asumíamos algunos riesgos como alguna que otra caída grave, que tuvieran que ir a buscarnos donde Cristo perdió el gorro o que nos amenazaran con no volver a coger la bici más, te permitía algo muy importante, especialmente cuando eres un niño: ser «libre».
Resulta curioso como mi pasión por el fútbol, que se fue intensificando al tiempo que iba creciendo, me apartó, casi inconscientemente, de aquellos momentos y de la bicicleta porque toda pasión y todo sueño requiere dedicación, práctica y más práctica. Sí, yo era como algunos de mis alumnos obsesionados como yo, que hoy me recuerdan cada día en clase de Educación Física si podemos hacer «juego libre» para jugar al fútbol, dándoles totalmente igual lo innovadora, diferente o interesante que pueda ser la nueva actividad o juego que les intentes ofrecer. Sólo importa el fútbol y nada más.
Lo cierto es que si hay alguien que los comprende, soy yo; pero me recuerda que, aunque hice bien en dedicarle tiempo a aquello que me apasionaba, también pagué el precio de no ver nada más, de cerrarme a otros deportes y experiencias deportivas que me habrían resultado también enriquecedoras, las cuales he tenido la suerte de ir descubriendo conforme he ido creciendo e, incuestionablemente, apartándome de esa forma de vivir el fútbol.
De este modo, la pandemia fue un momento clave para mí en ese cambio, ya que el tener que hacer deporte al aire libre, en contacto con pocas personas y las exigencias físicas, que a mi entender, requiere practicar y poder disfrutar saludablemente del fútbol una vez que inevitablemente vamos cumpliendo años, hicieron que comenzara a tomar contacto con el mundo del cicloturismo.
Te engañaría si te digo que los comienzos no son difíciles y en la bicicleta más todavía. Como dicen los que llevan toda la vida subiendo: «la bicicleta sólo tiene un secreto: montar». Y ello requiere de tiempo del que no siempre disponemos, pero al tiempo que he superado esa fase he ido descubriendo una forma diferente de hacer deporte, tanto individualmente como en grupo; de superación personal; de competir, si te apetece, contigo mismo y con algún amigo en un momento puntual para poder hablar de algo durante el almuerzo; de tomar contacto con la naturaleza y conocer sitios increíbles haciendo deporte; de compartirlo con amigos y; sobre todo, reencontrarme con aquel bonito sentimiento de «libertad» que tenía de pequeño cuando llegaba a mi pueblo y subía en mi bicicleta.
Gracias por leer y compartir. Si te apetece dar tu opinión, ¡adelante!
