
Y tú, ¿cómo te tratas? ¡Pues bien! ¿Cómo quieres que me trate? Contestaría cualquier chaval impulsivamente, haciéndote entender que es una respuesta obvia debido, quizás, a que no se ha parado a reflexionar demasiado sobre lo que verdaderamente significa o puede suponer para su vida, pero a poco que pasen los años y tenga la suerte de detenerse a reflexionar, bien por curiosidad e interés propio o bien por obligación; después de recibir uno de esos «tortazos» que te da la vida y que no ves venir, se dará cuenta que, de un modo u otro, aquella respuesta espontánea no se corresponde con los hechos y con lo que acontece realmente su vida.
Como todo lo verdaderamente importante en la vida, qué cuestión más simple, necesaria y, aparentemente, obvia; pero a la vez qué difícil de aplicarla e integrarla en nuestras vidas de un modo equilibrado, armónico y saludable para que seamos capaces de colocar las velas de nuestro barco de tal manera que el viento de la vida sople el mayor tiempo posible a nuestro favor.
Y es que ese chaval podría ser perfectamente yo mismo. Aquel que un día empieza a darse cuenta de que esa vocecita interior con la que convive cada día suele aparecer más bien y con mayor frecuencia para decir cosas como «eres tonto», «la has cagado», «te has vuelto a equivocar», «no eres lo suficientemente bueno», «no lo intentes que te va a salir mal y lo verán los demás»… Sí, yo era de los que cada vez que cometía un error en un partido de fútbol o en otro ámbito de mi vida me propinaba todos esos «piropos». No necesitaba que ningún aficionado enajenado lo hiciera, ya que yo era mi propio «hooligan»; además, de los de libro, ¡de los chungos!
¡Vale! ¡Ya sé que estás ahí! He comprendido que me vas a acompañar todos los días de mi vida, que en muchas ocasiones me dirás cosas que no serán de mi agrado, que me recordarás lo que consideras que está bien o mal, lo que puedo hacer o no, lo cual provocará siempre un efecto inmediatamente positivo o negativo en mi estado de ánimo.
Lo cierto es que he comprobado que por mucho que me esfuerce en apagarte o callarte por la fuerza, más intensamente resuenas en mi interior, aunque también he comprobado que me quieres mucho y que tu principal misión es la de protegerme; otra cosa es que los métodos que utilizas sean los apropiados o, realmente, me ayuden o beneficien en mi día a día.
Entonces, ¿qué puedo hacer para que esa voz cambie, para que conspire a mi favor, para que sea mi mejor aliada, para que me apoye, me haga sentir invencible e imparable o, simplemente, en paz? Sencillamente, cuidarme con paciencia y cariño a través de una tarea que me llevará toda la vida y, quién sabe si otras. Lo cual implica no solamente cuidar de mi cuerpo, de mi mente y de mi alma sino de sentirme totalmente merecedor de todo aquello «bueno» que llega a mi vida, llegando a entender por bueno aquello que a priori no lo parece tanto o no encaja con lo esperado o con lo que se espera del camino que he elegido en mi vida.
Y es ahí, justo en ese momento, al notar que esa vocecita empieza a calmarse, a hablar menos o con menos frecuencia o, quizás con otro tono y otras palabras cuando empiezas a ser consciente de que estás en el camino de aprender a «tratarte bien», a cuidarte, a valorarte, y, en definitiva, a «saber amarte».
Firmado: un «hooligan» en paro que sigue intentando aprender a «tratarse bien» como pilar fundamental para construir relaciones saludables, disfrutar de la vida y poder ofrecer, en definitiva; lo mejor a aquellas personas con las que tengo la suerte de compartir «raticos de vida», siendo consciente de que controlar a ese «hooligan» me llevará toda la vida.
¿Qué opinas? ¿Cómo es esa voz que te acompaña siempre? ¿Qué nombre le pondrías? ¿Qué relación tienes con ella?
Gracias por leer y compartir. Si te apetece dar tu opinión, ¡adelante!
